Tu hijo no quiere hacer la tarea, te contesta, te grita o exige cosas. Son cosas con las que a veces los padres y madres tienen que lidiar.

Pero también en los berrinches existen grados, pues cuando se convierte en algo muy demandante o incluso violento, probablemente se trate de algo más grave y que como padres no podemos dejar pasar. Porque una cosa es que tu hijo no quiera comer verduras un día y otra muy diferente cuando en su imaginario tiene la idea de que en casa se hace lo que él dice y hasta exige otra cosa de comer. Algo así como el juego ‘El rey pide’.

Si te has encontrado en una situación así más de una vez, ojo, quizá tu hijo sufra del Síndrome del Emperador.

 

¿QUÉ ES EL SÍNDROME DEL EMPERADOR?

Cuando un pequeño sufre de este síndrome, suele mantener una personalidad desafiante, autoritaria e incluso violenta hacia los padres y otros adultos.

También es conocido como Trastorno de oposición desafiante (TOD) y uno de los detonantes para detectarlo es cuando el niño comienza a ser grosero, mandón y emberrinchado sin razón.

Los niños con Síndrome del Emperador suelen ser altamente caprichosos, insensibles, egoístas y la mayoría del tiempo están enojados, tristes y demandan mucha atención. Cuando no se les da algo que quieren, gritan, patalean, lloran e incluso pueden llegar a insultar.

Lo más grave es que los niños con este trastorno no sienten ningún tipo de culpa cuando arrementen contra sus padres, maestros o cualquier otro adulto.

 

CAUSAS MÁS COMUNES

La falta de comunicación y falta de límites puede ser la responsable de este caso, pero también darle muchos privilegios al niño sin razón o consentirlo de más pueden ser un detonante.

Otra de las causas es la falta de calidad de tiempo y lazos afectivos, es decir, la carencia de actividades en familia que promuevan el amor y la comunicación. Muchos de los casos se pueden ver en hijos únicos con familias de padres ausentes, que no pasan tiempo con él y al sentirse culpables, suelen aceptar conductas o suelen consentirlo.

 

CÓMO EVITARLO

– Pasa tiempo de calidad con tu hijo en actividades divertidas y que unan a la familia.

– Habla con él y mantén una comunicación sana, pregúntale cómo se siente y qué le gustaría que fuera diferente.

– Pon límites.

– No lo premies con cosas demasiado caras o en cualquier momento sin ninguna razón, puedes correr el riesgo del Síndrome de niño rico.

– Busca a un experto.


Con información del Excélsior