“Cansancio, descreimiento y menos eficacia en el trabajo”, “Algunas personas que se sienten ‘quemadas’ notan que están agotadas física y/o emocionalmente. Experimentan altos niveles de fatiga; sienten más negatividad y más desapego con respecto al trabajo, el propio lugar de trabajo, los compañeros y/o los clientes; y tienen la moral baja y la sensación de que no pueden con ello”.

El burnout también nos lleva a confiar menos en nuestras propias capacidades. “Las personas que se sienten quemadas en su puesto de trabajo pueden acabar preocupándose constantemente por la labor que realizan, se vuelven muy inseguros en su trabajo (ya sea remunerado o no, como un padre o una madre que se queda en casa para dedicarse a la crianza) y piensan todo el tiempo que van a fallar o que no son lo bastante buenos, no se les aprecia lo suficiente o no van a poder sobrellevarlo. Los hábitos de sueño y de comida también pueden verse alterados. “Es muy común que estas personas sientan una intensa fatiga y que sus patrones de sueño y/o de comidas se vean interrumpidos”, continúa. “Puede aumentar la presión arterial, las personas con enfermedades crónicas pueden notar que empeoran sus síntomas y, en general, nos volvemos más propensos a enfermar”.

Es crucial escuchar a tu cuerpo y poner límites. “El primer paso de todos es reconocer y admitir que estás en riesgo de padecer burnout, o incluso puede que lo estés padeciendo ya”. “A veces da mucho miedo reconocerlo, porque para ello hay que aceptar que somos vulnerables, pero también puede ser muy liberador y servir para sentar las bases de un cambio a mejor”.

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